Blog de lectura Martín Peinado

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*Recursos adaptados a los diversos ciclos de Primaria, muchos de los cuales provienen de fuentes externas al colegio.

La guerra de los 100 años


      El país de los Gorras Azules y el país de los Gorras Rojas no se llevaban nada bien. Es más, se llevaban tan mal que entraron en guerra.

-¡Abajo los Gorras Rojas! -gritó el presidente de los Gorras Azules.

-¡Abajo los Gorras Azules! -gritó el primer ministro de los Gorras Rojas.

El presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas reunieron sus armas: tanques inmensos, misiles veloces, portaaviones como ciudades, bombas, metralletas, granadas…

-Solamente faltan los soldados –dijo el presidente de los Gorras Azules.

-Los soldados son lo único que falta –dijo el primer ministro de los Gorras Rojas.

A Continuación, los dos dirigentes pronunciaron sus discursos.

-¡Muchachos! ¡Mis valientes! -decían- ¡Se acabó la paz! ¡Vamos a la guerra!

Pero los muchachos del País de los Gorras Azules estaban ocupados cosechando el trigo o tocando la guitarra. Y los muchachos del País de los Gorras Rojas estaban desarmando una radio o bailando rock.

En las esquinas de todas las ciudades de los dos países había carteles con un dedo acusador que decían: “¡Muchachos! ¡Mis valientes! ¡Vamos a la guerra!” Pero los muchachos seguían cosechando, bailando…

Entonces, el presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas sonrieron en los televisores y prometieron medallas brillantes a los que quisiesen ir a la guerra. Y después rugieron y amenazaron con mandar a la cárcel a los que no quisiesen ir. Ni aun así hubo soldados suficientes.

Pero las guerras no esperan. Así que los dos pequeños ejércitos, que eran tan pequeños que los dedos de una mano y un pie alcanzarían para contar sus soldados, se pusieron en marcha.

Atravesaron pantanos, llanuras inmensas, bosques tupidos y cadenas de montañas altísimas. A veces, alguno de los ejércitos creía divisar al enemigo a lo lejos y el general daba la orden: “¡Apunten! ¡Fuego!” Pero no era el enemigo, era un tren de mercancías o una bandada de pájaros que levantaba el vuelo. El enemigo estaba, mientras tanto, a muchísimos 

kilómetros de allí, gritando también: “¡Apunten! ¡Fuego!” y gastando sus balas en los que le había parecido un ejército y que en realidad no era más que una nube baja o un montón de hierba.

Dicen que, desde hace muchos años, estos dos ejércitos están buscándose. Pero son dos países muy grandes y dos ejércitos demasiado pequeños. Lo más probable es que se encuentren por casualidad dentro de cien años. Menos mal que, para entonces, los soldados estarán ya demasiado viejos, y los tanques, las metralletas, las bombas y los misiles estarán ya muy, pero que muy oxidados.

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