Mi nuevo amigo
Daniel es un niño de cinco años. Hace poco tiempo que ha
llegado a nuestro pueblo y va a ir por primera vez a su nueva escuela. Su papá
y su mamá le han contado que su maestra se llama Teresa y que, en su clase, hay
un montón de niños y niñas que tienen muchas ganas de conocerlo. Él también los
quiere conocer, aunque siente un poco de miedo y algo de vergüenza.
-¿Y si no les gusto? –pregunta Daniel a su mamá.
-¡Claro que les vas a gustar! -responde la mamá-. Venga,
ahora...¡A la cama!. Ya es hora de dormir.
–Es que no tengo sueño, mamá –se queja Daniel.
De pronto, un relámpago ilumina el dormitorio de Daniel y se
escucha el fuerte ruido de un trueno.
-¡Vaya, hay tormenta! –dice la mamá-. Tápate bien, no te
vayas a enfriar.
-Donde vivíamos antes –dice Daniel-, había sapos y ranas que
cantaban anunciando las tormentas.¡Pero aquí no hay sapos ni ranas! –protesta
suavemente.
Después su mamá le arropa, le da un beso y le desea buenas
noches recordándole que al día siguiente deberá levantarse temprano para ir a
la escuela.
A la mañana siguiente, la calle está cubierta de charcos.
Daniel se pone las botas para poder chapotear en ellos de camino a su nueva
escuela. Está muy contento, pero cuando llega a la puerta, siente tanta
vergüenza que se esconde bajo el impermeable de su papá.
-Vamos, Dani -le dice papá-. Es hora de que conozcas a tus
nuevos amigos.
-¡No quiero! –protesta Daniel-. Tengo vergüenza... Y además,
aquí no hay sapos ni ranas, y yo los echo mucho de menos.
-Claro, cariño –le dice su mamá-, pero fíjate en tus botas:
son ranitas. Y gracias a ellas tú has saltado para no caer en los charcos.
¡Como si fueras una verdadera rana!
Daniel se ríe y al fin se despide de sus papás. Entra
rápidamente en la escuela porque tiene muchas ganas de enseñar las botas a sus
nuevos compañeros y compañeras.
Teresa, su maestra, lo recibe con un beso y lo invita a
sentarse con los demás niños. Silvia, muy sonriente, le dice:
-Yo me llamo Silvia, y ellos son Pablo y Raquel. Y tú, ¿cómo
te llamas?
-Daniel. Pero si queréis, también podéis llamarme Dani, es
más corto.
-Teresa nos ha contado que has venido desde muy lejos, ¿es
verdad? –pregunta Pablo.
-¡Es verdad! Vine en avión desde el otro lado del mar.
-¿Y qué lado del mar te gusta más? –le pregunta Raquel-.
-Este lado me gusta... –dice Dani-, pero echo un poco de
menos las ranas y los sapos que cantaban en mi ventana. Aquí no he visto
ninguno.
Entonces Teresa, la maestra, busca dentro de un gran baúl
que hay en la clase y saca un muñeco.
-¡Es un sapo! –dice Daniel muy contento.
-¡Croac, croac, croac! – contesta el sapito -. ¡Hola Dani,
qué botas más bonitas llevas! ¿Quieres ser mi amigo?
0 comentarios