El examen de Matemáticas
Elena andaba preocupada aquellos días. -Estoy pegada en Matemáticas- le confesó a Mario-, y pasado mañana tenemos la evaluación. Seguro que no apruebo.
Aquel día, cuando volvía del colegio, se le ocurrió una idea luminosa. ¿Por qué no utilizar a Rulot para conocer de antemano las preguntas del examen? Fue a la calle donde estaba aparcado Rulot y entró en él, cuidando de no ser vista. -Vamos a ver si acierto a poner en marcha la Máquina del Tiempo- dijo. Pues sí, había acertado en sus manipulaciones. Vio en la pantalla la clase. Sus compañeras y ella misma estaban en sus puestos escribiendo. En la pizarra aparecían las preguntas del examen, con la letra clara de la señorita Alicia.
Elena sacó de su cartera un bloc y un bolígrafo y empezó a copiarlas, afanosa; entonces todo se emborronó en la pantalla y se oyó la voz metálica de Rulot:
- ¿Qué estás haciendo, grandísima tramposa?
- No puedo consentir que me utilices para hacer trampas.
- No puedo consentir que me utilices para hacer trampas.
Elena se sintió avergonzada porque comprendía que Rulot tenía razón. Por otro lado, consideraba que era absurdo tener un suspenso pudiendo evitarlo. Mira Rulot- dijo persuasiva. Si me ayudas esta vez, te prometo que en adelante estudiaré de firme y no volveré a hacer trampas. ¿Vale? Anda, di que sí... pero Rulot dijo que no. Elena entonces, irritada, apretó la tecla que bloqueaba el sistema de autocontrol de la máquina para que no pudiera interferir, y mantuvo la imagen de la pizarra el tiempo suficiente para ver bien las preguntas del examen.
Luego fue en busca de su padre: - Papá – le dijo -, ayúdame a sacar este problema que no me sale. Cuando tuvo la solución, Elena corrió a su cuarto para estudiarse las respuestas del examen. Cuando dos días después supo que había aprobado, no se sintió feliz. Al día siguiente fue a ver a Rulot. Elena, muy apurada, le pidió perdón y le dijo que estaba avergonzada por haber aprobado con tan malas artes y, sobre todo, por haber forzado a Rulot como lo hizo.
- Te prometo que nunca más lo haré. Ya sé que no me he merecido el aprobado.
- ¿Me lo prometes de verdad? - preguntó Rulot.
- Lo prometo. Estudiaré para sacar buenas notas por mí misma.
- ¿Me lo prometes de verdad? - preguntó Rulot.
- Lo prometo. Estudiaré para sacar buenas notas por mí misma.
- Está bien. Te creo.
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